El rol del comunicador social en tiempos de la globalización neoliberal

Por Gabriel Solsol Rivas (*)

 

I. 

Un titular en la portada de El Comercio anuncia el ‘fuerte respaldo’ del proyecto minero Tía María entre los arequipeños, tomando como referencia una encuesta realizada por la empresa Ipsos Apoyo, señalando que el 51% de los encuestados está a favor del referido proyecto. Esta cifra representa una descripción de la realidad que, cuanto menos, resulta difícil de creer si se contrasta con las múltiples manifestaciones de rechazo que el proyecto cuprífero ha suscitado en la población afectada.

 

No obstante, al leer la nota surge un aspecto que podría pasar desapercibido luego de observar el optimista titular, pero que es de vital importancia: la encuesta, aplicada a 400 arequipeños, indica que el 55% de ellos (220) están informados sobre el conflicto en mención –mientras que el 45% restante señala que no está enterado del mismo– y, de esta cifra, el 51% (112) está a favor. Por tanto, únicamente el 28% del universo de entrevistados es realmente el que piensa que, gracias a Tía María, habrá más empleo en la región Arequipa y su ejecución mejorará la economía (Fangacio, 2015).

 

Este hecho describe con claridad el actual rol de los medios de comunicación en el marco del apogeo de la política económica de libre mercado en nuestro país: manipular la información a tal punto que una aceptación parcial de un proyecto minero –que trae más pobreza, desigualdades y destrucción del medio ambiente– es convertido arbitrariamente en un ‘fuerte respaldo’ para desinformar a los lectores con el  argumento del progreso económico que ‘promueven’ las actividades extractivas y satanizando todo acto que vaya en contra de esta consigna. Como señala Ramonet (2009, p. 43), ‘los grandes medios desempeñan un papel fundamental, mucho más eficaz en la medida en que se presentan cubiertos por el manto de la objetividad y la imparcialidad. En realidad, a fuerza de propagandas silenciosas, van a inocular un veneno lento y a defender los intereses de los principales grupos económicos’.

 

Por su parte, Béjar (2008, p. 11) afirma al abordar el tema que “el disfraz léxico es crucial en la tarea de encubrimiento o falsificación de la realidad. Así, se llamará democracia a la dictadura económica de los monopolios, populista al Estado de bienestar o que trate de promover la democracia económica, libre competencia a la destrucción de las empresas chicas por las grandes, inversión extranjera al saqueo de los recursos del país, producto bruto interno a las ganancias de las empresas y, si viene el caso, comunistas y terroristas a todos quienes osen salirse del libreto neoliberal”. De ahí que muchos que se oponen al proyecto son denominados por los medios no como ambientalistas, por mencionar un término válido, sino más bien como antimineros, terroristas, etc.

 

Esta situación, de por sí alarmante, se agrava cuando se piensa en la siguiente pregunta: ¿cuántos lectores habrán realizado el ejercicio de contrastar las cifras del titular con la ficha técnica? ¿Cuántos de ellos habrán advertido esta vergonzosa manipulación que revela el grave problema por el que atraviesa la prensa? Al intentar responder estas preguntas, encontramos que los peruanos han perdido toda credibilidad en los medios de comunicación, superando aquella teoría obsoleta que consideraba a las audiencias como ‘tabula rasa’, hojas en blanco en la que los medios podían escribir a su antojo las formas en las que éstos debían pensar y actuar.

 

Basta con recordar la fuertísima campaña mediática en contra del entonces candidato a la presidencia y hoy mandatario Ollanta Humala para explicar este insólito aspecto. En el marco de las elecciones del 2011, los medios de comunicación apuntaron toda su artillería de calumnias, manipulación y tergiversación en contra de Humala, quien, al ofrecer un discurso que desentonaba con los intereses de la clase dominante y encontraba en los electores un respaldo cada vez mayor,  fue tildado de ‘comunista’.

 

Esta vergonzosa campaña de desprestigio tuvo un efecto totalmente contrario al que esperaban los grupos de poder: cada titular en contra del candidato representaba un mayor apoyo en el electorado. Los ciudadanos, más conscientes que nunca de la manipulación que habían desatado los medios de comunicación sin el más mínimo reparo –demostrando su verdadero rol en las sociedades neoliberales como instrumentos de dominación–, mostraron su rotundo rechazo y se opusieron a cumplir el rol de las víctimas manipulables de este aparato de desinformación. La ‘aguja hipodérmica’, sobrecargada de manipulación, ya no inoculaba sus contenidos en los lectores, escuchas y televidentes.

 

Así, aquellos tiempos en los que se creía en el infalible poder de los medios de comunicación ha quedado atrás, deslegitimado por el accionar de quienes ejercen la profesión, periodistas cada vez menos capacitados y más propensos a las múltiples presiones de los verdaderos grupos de poder, lo que ha mellado de manera significativa en la credibilidad de los ciudadanos hacia los medios.

 

Por tanto, el ‘cuarto poder’ –que otrora fue el bastión por el que se erigieron conceptos como la libertad de prensa, la objetividad y la veracidad– ha sido desvirtuado por el servicio inobjetable de los medios a los intereses de la economía de libre mercado, convirtiéndolos en meros difusores de un doble discurso, que reproducen en miles de portadas y en programas de televisión, espacios radiales y plataformas virtuales sin el más mínimo ejercicio de cuestionamiento, uno de los elementos fundamentales del periodismo.

 

II.

Recurramos a otro hecho protagonizado por el (auto) denominado ‘decano’ de la prensa peruana para comprender el rol de los medios de comunicación en la actualidad: otro titular anuncia con preocupación el descenso en el reporte anual sobre libertad de prensa que elabora la organización estadounidense Freedom House, otorgándole al Perú su peor puntaje en los últimos diez años y calificando el ejercicio de la libertad de prensa como 'parcial'.

 

'El Perú cae en el ranking de libertad de prensa por violencia contra periodistas', titula El Comercio y, al analizar el tratamiento de esta noticia, se advierte que la única razón para este alarmante descenso según este medio es el aumento de las amenazas de muerte y violencia contra periodistas. Además, el desarrollo de la nota incluye otros factores como la vigente impunidad de los crímenes contra periodistas ocurridos en el pasado y la falta de voluntad política para afrontar el tema. Sin embargo, el periódico omite un aspecto trascendental del informe, el mismo que señala lo siguiente:

 

"En agosto de 2013, el conglomerado de medios más grande del Perú, el Grupo El Comercio, adquirió el 54% de la Empresa Periodística Nacional (Epensa), que maneja los diarios Ojo, Correo, Bocón y Ajá. Esta compra le otorga al Grupo El Comercio –que ya es la compañía periodística más grande del país y que domina todo el sector de la prensa escrita– el 78% del mercado de periódicos en el Perú. Diversos grupos periodísticos han expresado su preocupación por la movida del Grupo El Comercio, que ha sido criticado por su cobertura política, pues afectaría negativamente la diversidad de opinión en la prensa peruana". (Freedom House, 2014).

 

A esta preocupante realidad se debe sumar el hecho de que, actualmente, el poder del Grupo El Comercio ha expandido sus límites a otros medios de comunicación, comprendiendo al Grupo RPP –que abarca a 12 grupos radiales en el país– y a los canales de televisión América TV y Canal N. El aparato mediático de los Miró Quesada es el de mayor alcance.

 

No es de extrañar, entonces, que los grupos de poder encuentren en este conglomerado mediático el principal instrumento de dominación para mantener muy entretenida y poco informada y educada a la sociedad, escenario favorable para ejercer su poder económico con la anuencia de la ciudadanía encubierta en el disfraz de la indiferencia que impera en torno a los temas trascendentales.

 

Hildebrant (2008, p. 43), el periodista más polémico del país por sus intensas confrontaciones al sistema y a la influencia del poder económico en los medios de comunicación, hace una observación muy certera al respecto: ‘El otro gran drama crucial que afronta la prensa es que el poder económico que antes tenía delegaciones en los medios, tenía nexos con los medios, cónsules y embajadores en los medios, ese poder económico ahora ya no necesita tener embajadores en los medios, porque ese poder económico es también el poder mediático, o sea que se ha borrado la intermediación. Los ricos ahora tiene sus periódicos, no es que se sirvan de los periódicos, es que tienen sus periódicos, y claro, eso, aunado a la concentración, permite oligopolios muy poderosos que pueden influir y mucho y pueden sentar precedentes. Lo hemos visto por ejemplo en el caso del diario El Comercio. Este grupo tiene El Comercio, El Trome, Canal N, Canal 4, Gestión, lo cual le da un poder especial. Y Perú 21, me había olvidado, quizás su más importante experimento. Eso le da, digamos, una robustez corporativa. Para el tamaño del Perú y para nuestras dimensiones económicas, El Comercio es una corporación. Si hubiera otra que le hiciera contrapeso no estaría mal, pero no hay nada igual, y entonces ese poder tiene que ser contrastado, ese poder es excesivo para el mercado peruano’.

 

La pregunta cae por su propio peso: ¿deben los medios de comunicación ejercer este rol de orquestas que encandilan a las masas al son de los grupos de poder? ¿Dónde quedan la libertad de prensa, la objetividad, la veracidad, el cuestionamiento, elementos constitutivos de la comunicación social que hoy aparecen como conceptos enlatados sin mayor repercusión?

 

Es evidente que los medios de comunicación atraviesan una grave crisis que penetra sus más sólidos cimientos. Pero también es cierto que la sociedad, y más aún los jóvenes, son conscientes de este problema y asumen una actitud crítica frente a un Estado que existe solo en el papel y en los grandes edificios burocráticos de las instituciones que los componen, un Estado ausente en la realidad de miles de peruanos que viven de espaldas al supuesto progreso económico que los entusiastas economistas anuncian con vehemencia, en situaciones de extrema pobreza, sin posibilidad de acceder a servicios de salud y educación de calidad que les permita mejorar su condición de vida.

 

Por ello, el verdadero ‘cuarto poder’ está en la masa joven emergente que critica con ahínco el aparato de dominación de los grupos de poder y el servilismo de los medios de comunicación al sistema económico neoliberal que adopta un doble discurso al hablar, por ejemplo, de desarrollo –que solo llena los bolsillos a unos pocos y empobrece a la mayoría– o de libertad de prensa– con medios de comunicación que acallan toda voz disidente.

 

III.

Un punto de quiebre para la relación de dominantes/dominados y el papel de los medios de comunicación en nuestro país es el ocurrido con la derogatoria de la denominada ley ‘pulpín’: miles de jóvenes rechazando un proyecto de ley que pretendía recortar los beneficios laborales a su mínima expresión, convirtiendo a los jóvenes trabajadores en explotados sin cadena ni grilletes, pero con las mismas opresiones.

 

En aquella oportunidad, los jóvenes tomaron las calles en actitud pacífica para alzar su voz de protesta en contra de dicha ley y obtuvieron un rotundo respaldo de la sociedad. Al observar esta ascendente crítica, los grupos de interés, con apoyo de los medios de comunicación, intentaron deslegitimizar las acciones de rechazo; pero no lo consiguieron. La vehemencia de los muchachos fue más grande que la ambición de los empresarios.

 

El Estado, al sentir la creciente presión social que se erigía en las calles con miles de jóvenes marchando sin fatiga para evitar que se institucionalice la explotación juvenil en nuestro país, no pudo ganarle al ímpetu de los manifestantes y tuvo que derogar la ley de régimen laboral juvenil.

 

Se trata entonces de un hecho trascendental en el cuestionamiento cada vez mayor de la sociedad y, sobre todo, de la masa crítica joven, al aparato opresor del sistema económico y a la desidia del Estado. Es por ello que lo sucedido en Tía María puede convertirse en una nueva oportunidad para que la sociedad peruana ejerza su verdadero rol crítico y luche por revertir la intención de los grupos de poder de perpetuar la explotación laboral, la contaminación ambiental y la pobreza. Lamentablemente, a diferencia de lo ocurrido con la ley ‘pulpín’, este rechazo ha generado acciones de violencia que han cobrado la vida a algunos peruanos; pero esta situación exige de una inmediata acción de diálogo para encontrar una solución oportuna.

 

Al respecto, Quijano (2014, p. 29) explica, al hablar de la ‘des/colonialidad del poder’, que ‘la resistencia tiende a desarrollarse como un modo de producción de un nuevo sentido de la existencia social, de la vida misma, precisamente porque la vasta población implicada percibe, con intensidad creciente, que lo que está en juego ahora no es solo su pobreza, como su sempiterna experiencia, sino, nada menos que su propia sobrevivencia. Tal descubrimiento entraña, necesariamente, que no se puede defender la vida humana en la tierra sin defender, al mismo tiempo, en el mismo movimiento, las condiciones de la vida misma en esta tierra.

 

Al escribir estas líneas finales del presente ensayo, el Estado, en la figura del Presidente de la República Ollanta Humala, ha manifestado su apoyo al proyecto, argumentando que su  suspensión afectaría de manera nefasta –sí, con ese término que intenta infligir temor en la ciudadanía– el progreso económico de la región Arequipa.

 

Este discurso, que realmente se gesta en el poder económico y utiliza al poder político –en la figura su máxima autoridad– para obtener respaldo en la sociedad bajo la figura del respeto por el estado de derecho que ni el propio Estado respeta, es replicado con grandes alcances por los medios de comunicación, con El Comercio y su maquinaria mediática a la cabeza, manteniendo la actitud manipuladora que los caracteriza.

 

Solo que, a diferencia de otras veces, este discurso no encuentra el eco en la ciudadanía, que rechaza rotundamente el rol de los medios y asume la crítica al sistema que alguna vez le perteneció a los periódicos, radios y televisión. Ya lo señala Béjar (2008, p. 11) al afirmar que ‘cada vez más, la gente se da cuenta de que algo falla y va alejándose de los medios en el terreno político, aunque no en lo demás. El desprestigio del sistema también toca cada vez más a la televisión, la radio y los periódicos del sistema’. 

 

Aquí está ocurriendo el cambio sustancial que puede ofrecer una ruptura necesaria para el cambio y superación del actual modelo económico por uno verdaderamente más inclusivo para las sociedades relegadas durante siglos en el país.

 

Así, recae en los jóvenes –entre ellos los futuros comunicadores sociales que vienen forjándose en las aulas universitarias– la responsabilidad de hacer del periodismo un ejercicio noble, crítico, veraz y que puede contribuir con las armas de la palabra y el pensamiento a construir una sociedad más justa y más desarrollada.

 

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(*) Bachiller en Comunicación Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

 

Referencias:

HILDEBRANDT, César y BÉJAR, Héctor (2008). “Poder mediático y manipulación ideológica”. En: Poder mediático. Universidad de Ciencias y Humanidades, Lima.

 

QUIJANO, Anibal (2014). Des/colonialidad y bien vivir. Un nuevo debate en América Latina. Editorial Universitaria de la Universidad Ricardo Palma, Lima.

 

RAMONET, Ignacio (2009). La catástrofe perfecta. Crisis del siglo y refundación del porvenir. Icaria Editorial S.A., Barcelona.

 

FANGACIO, Juan Carlos (2015). “Titulares que mienten: El proyecto Tía María NO tiene fuerte respaldo entre los arequipeños”. En LaMula.pe, 10 de mayo de 2015. En: https://redaccion.lamula.pe/2015/05/10/titulares-que-mienten-el-proyecto-tia-maria-no-tiene-fuerte-respaldo-entre-los-arequipenos/juancarlosfangacio/

 

FREEDOM HOUSE. (2014). Peru: Freedom of the press 2014.

En: https://freedomhouse.org/report/freedom-press/2014/peru#.VVcyRvl_Okp

 

Contenido > Boletín Communicare Año 03 / Nro. 10 (Abril - Junio, 2015)