Crónicas: Conflictos anunciados

 

Por Jackeline Velarde Castillo (*)

Boletín Communicare Año 02/No. 07

 

La tarde del jueves 25 de octubre del 2012, el televisor estaba prendido y mostraba imágenes que parecían sacadas de una serie de ciencia ficción. Hombres con el rostro cubierto lanzando piedras, portando armas de gran tamaño, había fuego en La Parada.

 

El conflicto no se generó en un día. Para entenderlo debemos identificar a los diversos actores involucrados: los comerciantes, los estibadores, los transportistas manuales, los mayoristas y minoristas, además de los concesionarios que tienen contratos con la Empresa Municipal de Mercados. Por otro lado, inmiscuidos y enredados en el desorden y la desorganización de la zona; los delincuentes y hampones. Esta permanente coexistencia de intereses, sumada a la fuerza de la ley y el orden lista para intervenir, generó lo que sucedió esa trágica tarde, en la que dos personas y un animal perdieron la vida.

 

Al respecto no se hizo mucho, la Municipalidad de Lima brilló por su ausencia durante décadas, haciéndose de la vista gorda, gestión tras gestión, ignorando la problemática. El Centro de Análisis y Resolución de Conflictos elaboró un estudio el 2011, con resultados alarmantes. Fabián Pérez, responsable del Área de Consultoría de dicha institución comentó en una entrevista:

 

“El lugar ya había quedado totalmente pequeño para la actividad que se realizaba, todos los comerciantes reconocían que tenían problemas en cuanto al espacio para el manejo de los productos, para facilitar el acceso de los camiones, la gran inseguridad, la preocupante tugurización y la falta de limpieza, que por más que se esforzaban por mantenerla se hacía difícil. Definitivamente, todos los comerciantes reconocían que el mercado había colapsado y que se necesitaba un cambio, la incógnita era saber cómo se realizaría.”

 

No es cierto que los comerciantes ubicados en la Parada no hayan sido conscientes de la problemática que les quejaba, de las condiciones de su centro de trabajo, del futuro incierto que les deparaba el quedarse en ese lugar; ni es cierto que todos hayan estado en contra de la reubicación.

 

Lo que la Municipalidad de Lima no hizo, más allá de comunicar numerosas veces que el desalojo era inminente, fue comunicar la manera en que se haría, cómo se trasladarían los productos, qué pasaría con los puestos, a quiénes sí y a quiénes no se reubicaría. Muchas dudas quedaron en el aire, si le sumamos a esto la negativa rotunda de una parte de los comerciantes, al primer intento de reubicación la reacción fue la peor.

 

¿Qué mostraron la TV y los periódicos?

Sangre, violencia e imágenes morbosas repetidas cuantas veces se pudo, portadas escandalosas y gente herida. Los medios de comunicación masivos de nuestro país, una vez más, no dieron la talla.

 

Los medios en el Perú parecen están acostumbrados a mostrar los conflictos cuando la bomba ha explotado, cuando no hay nada más por hacer. Se encargan de satanizar y endiosar actores, más allá de generar un análisis del conflicto en toda su complejidad. Porque es, precisamente, ese material periodístico el que “vende”.

 

Los ciudadanos limeños cayeron en cuenta de lo que ocurría en La Parada mientras veían la batalla campal por la TV. Al igual que el brote del terrorismo en el Perú, que el conflicto en Bagua y que el más reciente proyecto Conga, el país ha reaccionado al ver las imágenes de violencia, de enfrentamiento, y las problemáticas no estuvieron en agenda cuando se podían solucionar las cosas utilizando las vías de comunicación necesarias. Lo que genera esto en el imaginario de la gente es una idea mal formada de constantes conflictos y enfrentamientos, de culpables y víctimas; y no, de diálogo y soluciones.

 

Está en las manos de los comunicadores para el desarrollo, intentar ejercer una comunicación efectiva y responsable. Lograr que, así existan -porque seguirán existiendo- medios amarillistas, hayan también canales y vías alternativas en los que se presente información limpia y transparente, sin contaminación sensacionalista ni intereses personales, políticos, sociales o económicos de por medio.

 

A puertas de una nueva elección municipal, es nuestra responsabilidad generar procesos comunicativos que abarquen la complejidad de la sociedad, tanto interna (a nivel de organizaciones, autoridades y ciudadanos), como externamente (a nivel de medios de comunicación y audiencia). Es nuestra responsabilidad sentarnos a discutir cómo lograrlo.

 

(*) Bachillera en Ciencias y Artes de la Comunicación con mención en Comunicación para el Desarrollo por la PUCP.

 

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